Lo Mejor

martes, 19 de marzo de 2013

Aparecidos

Aparecidos

 

Por allí iba aquel auto, una camioneta negra, desbaratada pero extrañamente no hacia ningún ruido. Su conductor era muy callado y en realidad no le daba miedo transitar por aquella carretera tan sola y que dicen que estaba tan llena de fantasmas y aparecidos. Todo aparentemente estaba bien, hasta que en medio de la carretera aparece una muchacha, muy sucia, con la ropa medio desgarrada y que a juzgar no se movería de donde estaba; el conductor tuvo que pisar el freno hasta el fondo para no atropellarla, ésta inmediatamente corrió para entrar dentro del auto, estaba llorando, se veía muy asustada, estaba pálida y con las ropas desgarradas, la muchacha le contó al conductor que ella y su pareja iban en su auto por estas carreteras, hace unas tres horas hasta que de repente algo apareció en el medio del camino, su novio piso el freno, pero fue inevitable que atropellaran a aquel individuo que había aparecido de repente, cuando su novio y ella misma bajaron del auto para ver lo que había sucedido se dieron cuenta que no había nadie allí, se quedaron pasmados del susto y suponiendo que era uno de esos casos de aparecidos corrieron hacia el auto para largarse de allí, pero en eso preciso momento algo toma por el cuello al novio de la muchacha y lo eleva hasta llevarlo hacia afueras del camino donde sólo quedaba un espeso monte, en ese preciso momento no se sabia lo que estaba pasando, entre los gritos de la muchacha y los gritos de ayuda de su novio no se supo que era lo que lo estaba tomando por el cuello, mas bien, parecía una sombra maligna o algo; la muchacha angustiada al máximo corrió detrás de su novio que era llevado hacia la espesura del monte mientras era ahorcado gradualmente.

La muchacha estaba llorando, ya el miedo se transformaba en algo desconocido, hasta que de tanto correr se encontraron misteriosamente en un cementerio, allí el novio de la muchacha desapareció en la oscuridad, la muchacha sufría un colapso nervioso y se dejó caer, en ese preciso momento se le apareció en frente algo parecido a aquel extraño individuo que vieron en el camino y le dijo que la mataría porque así debían sufrir todos, en la cara del aparecido se podía reflejar el dolor y el sufrimiento e incluso unas lágrimas vueltas piedra, entonces en ese preciso momento la aparición fantasmal comenzó a hacer daño a la muchacha, ésta desistió de buscar a su novio y corrió de regreso mientras era golpeada por aquel aparecido hasta que quedo en shock en medio del camino y en ese justo instante, llegó la camioneta.

El conductor al oír la historia ni se inmutó, ni si quiera expresó un "valgame" y eso fue todo, él le preguntó que donde quería que la llevara y ella le contestó llorando que hacia un hospital o algo.

En todo el trayecto ella lloró y él se le quedaba viendo, extrañamente pasaba su mano derecha cerca de ella pero la retiraba porque ella levantaba su cabeza de sus brazos donde lloraba desconsoladamente, llegaron a una comisaría, en esta ella de tanto desespero sufrió un colapso nervioso al llegar con los policías y se desmayo, la dejaron dormir en un cuarto por la noche mientras le preguntaban al sujeto que la había traído lo que había pasado.

Al amanecer toda la comisaría estaba en alboroto, ya que la chica trastornada no estaba, no se había podido haber escapado, ya que era vigilada desde afuera y no existía ninguna ventana en su cuarto lo suficientemente grande para salir, además ¿por que querría escaparse?, pero más sorprendente fue que al analizar los archivos encontraron que la descripción de esa muchacha señalaba que ella ya había muerto dos meses antes y sus restos fueron encontrados en la carretera.

El sujeto que la había traído no encajaba con ningún sistema de rastreo, su matrícula no constaba en los archivos policiales, sencillamente no existía. También ese sujeto desapareció en condiciones imposibles, misteriosamente los dos desaparecieron, sin saber porque, aun se siguen haciendo investigaciones en la comisaria.

lunes, 18 de marzo de 2013

Amigas Para Siempre

Amigas Para Siempre

 

Año 1982. Alicia y Sara eran dos chicas, ambas de 15 años, e íntimas amigas
desde la más tierna infancia. Vivían en el mismo barrio, estudiaban en el mismo
instituto, iban a la misma clase... en fin, eran inseparables. Sin embargo, tenían
caracteres muy diferentes. Alicia era alegre y extrovertida, mientras que Sara era
muy tímida y callada.
Cierto día, Sara le propuso a Alicia:
- ¿Por qué no hacemos un juramento de sangre?
- ¿Qué?
- Mira, por si algún día perdemos el contacto, juramos que la que muera antes de
nosotras dos, irá a avisar a la otra.
- Qué tontería, Sara, nosotras siempre estaremos juntas.
Ante la insistencia de Sara, y entre asombrada y divertida, Alicia al final aceptó
la propuesta. Ambas se practicaron un corte con una navaja en el dedo índice de la
mano derecha, y sellaron el pacto a la luz de unas velas.
Pasaron los años. Alicia había terminado sus estudios de derecho, tenía un buen
trabajo, una casa preciosa y un marido y un hijo maravillosos. Hacía mucho que no
veía a Sara, la amiga de su juventud, aunque a veces se acordaba de ella cuando se
veía la cicatriz de su dedo índice. Al final, la vida les había llevado por caminos
distintos y no habían vuelto a verse desde que acabaron el instituto.
Una noche, Alicia tuvo una horrible pesadilla: iba conduciendo, cuando de repente un
camión invadía su carril y chocaba con su coche.
Se despertó empapada en sudor, y justo en ese momento, oyó llamar al timbre de la
casa. Eran las 3 de la madrugada. Miró a su marido, que dormía profundamente a su
lado, en ese momento, el timbre volvió a sonar con insistencia. Maldiciendo por lo
bajo y preguntándose quién podría ser a esas horas, Alicia se levantó y fue a abrir
la puerta.
Cuando abrió la puerta y vio a la mujer que estaba en el porche, abrió la boca,
totalmente anonadada. Aunque había cambiado bastante, la reconoció enseguida.
Allí, terriblemente pálida, ojerosa y con una enorme herida sangrante en la cabeza,
estaba su antigua amiga Sara.
- ¡Por Dios, Sara! ¿Qué ta ha ocurrido? Entra, te curaré esa herida.
- ¡Cuánto tiempo
sin vernos!
Sara no se movió de donde estaba.
- He venido a cumplir mi promesa, Alicia. He muerto y vengo a decírtelo.
Alicia se quedó sin habla.
- Ya que la vida nos ha separado, estaremos juntas en la muerte. Te estaré
esperando...- dijo Sara levantando el dedo índice. Acto seguido, desapareció.
Alicia empezó a notar un dolor persistente en su propio dedo índice, al mirárselo
descubrió que lo tenía empapado en sangre, como si se le hubiera vuelto a abrir el
corte que se hiciera años atrás... Lanzó un alarido estremecedor y cayó desvanecida
al suelo.
Al día siguiente, despertó en su cama y pensó que todo había sido un mal sueño.
Encendió el televisor para desayunar, y lo que vio la dejó helada: la noche
anterior, a las 3 de la madrugada, había habido un accidente de tráfico: un camión
había chocado con un coche, y la conductora del mismo había fallecido en el acto.
A partir de aquél día, su vida se convirtió en un auténtico infierno. No comía, se
olvidaba de recoger a su hijo en el colegio, no rendía en el trabajo... Y todas las
noches tenía el mismo sueño, en el cual oía llamar a la puerta, y al abrir veía a
Sara levantando el dedo índice y diciendo "te estaré esperando", tras lo cual
siempre se despertaba con un dolor insoportable en su dedo lleno de sangre.
Su marido no entendía lo que le estaba pasando, los médicos no encontraban ninguna
explicación, y finalmente internaron a Alicia en un psiquiátrico.
Allí no hizo sino empeorar, ahora en sus pesadillas veía a Sara junto a su cama.
Una noche, un celador del psiquiátrico oyó un espantoso ruido de cristales rotos
que provenía de la habitación de Alicia.
Al entrar en la habitación vio que la ventana estaba rota, se asomó y vio a Alicia
tirada sobre la acera en medio de un charco de sangre. Tenía una gran herida en la
cabeza y a su lado, en el pavimento, alguien había escrito con su sangre: "AMIGAS
PARA SIEMPRE".

Procesion Diabolica

Procesion Diabolica

 

 

Una densa niebla empezaba a envolver las empedradas callejuelas del pueblo, que poco apoco se iban quedando desiertas. Era tal el silencio, que se podían escuchar los murmullos de las almas que aun no han encontrado su camino aullando en eterno dolor.

La dueña de unos ojos vivarachos, sin más que hacer, por enésima vez recorría con avidez las solitarias calles. Al sonar las doce de la noche emergieron de entre las tinieblas, una procesión de siete monjes. Llevaban anudadas a la cintura un gran rosario negro. Las figuras fantasmales se acercaron flotando por el aire, lo que hizo que la mujer se estremeciera de terror y un frío congelante recorriera su espalda, pero en lugar de cerrar tras de si la puerta, y librarse de esa espeluznante sensación, se acercó silenciosamente, hasta quedar frente a frente el con la espectral aparición.

El monje mayor, casi como una suplica señaló: Esta noche, voy a necesitar de ti, quiero que conserves en tu casa todos nuestros rosarios. Al unísono, cada uno de los monjes los depositaron en una lúgubre caja de madera, labrada con rostros desfigurados que evidenciaban el más tétrico y desagarrado semblante. Dentro de siete noches volveremos por lo que nos pertenece, inquirió el monje, más no abras la caja si sabes lo que te conviene. Sin decir más, prosiguieron su procesión, y tal como llegaron se fueron perdiendo de vista en aquel oscuro y sombrío paraje.

La mujer ya en el interior de su casa, pasó largas horas acariciando la exótica caja, pasando una y otra vez sus finos y huesudos dedos por el reborde de la chapa, ¡que sin candado! invitaba a ser abierta. Finalmente, pudo más su curiosidad y sin más se apresuró a abrir la enigmática caja de madera. En el interior estaba un pañuelo rojo, lo tomó con sumo cuidado y lo puso en su regazo, separó cada una de las cuatro puntas y cual fue su sorpresa, que en lugar de los siete rosarios negros, había únicamente un montón de huesos, ¡tan pequeños! que sólo podían pertenecer a niños recién nacidos.

La mujer salió despavorida en busca del sacerdote del pueblo a quien le contó su macabro hallazgo. El sacerdote espantado, durante varios minutos la escuchó, santiguándose de cuando en cuando, pero con el rostro sereno, tomó su sotana y fue a recuperar la funesta caja, para finalmente llevársela y colocarla en un paño blanco a los pies del altar.

Finalmente la séptima noche llegó, así que la mujer aterrada busco refugio en el único lugar que se sentía segura: en la capilla del pueblo, donde el cura ya la esperaba. Los monjes llegaron puntuales a la macabra cita con la última campanada de las doce de la noche. Se escuchaba un murmullo mezclado entre rezos, llantos, maldiciones y lamentos, y que a medida que se acercaban los monjes a la horrorizada pareja se incrementaban, llegando a niveles desesperantes que les obligo a cubrirse los oídos con desesperación.

Las puertas de la capilla recibieron tres fuertes toquidos, que cimbraron la capilla hasta sus cimientos. Al no recibir respuesta, una fuerza siniestra hizo que se abrieran de para en para, dando paso a la diabólica procesión. Tras unos segundos de silencio que parecieron toda una eternidad, el monje mayor dio unos pasos hacia atrás, como buscando el refugio del grupo, y rodeado de sus compañeros habló con tono amenazante.

¿Porque no estabas en el mismo lugar donde te entregamos nuestro tesoro mas preciado?
¿Acaso pretendes huir de nosotros?
--- ¡Venimos por nuestro preciado tesoro! Reclamó el monje.
--- Llévense su caja, atropelladamente inquirió la mujer.
--- no sólo es la caja, tu ya eres parte de nuestro tesoro. Aseveró el monje.

Su blanca piel, se tornó transparentes como la cera y sin decir palabra alguna se encaminó hacia los monjes, sabía que su nefasto actuar, bien merecido le tenia ese castigo, en su rostro ya no aprecia la menor señal de lucha, y derrotada caminó resignada a su destino.

El cuadro era aterrador, los monjes como depredadores la rodearon, la mujer podía escuchar el resoplido de su respiración sobre sus hombros, erizándole los cabellos, sintiendo por todo su cuerpo las huesudas manos de los infernales monjes. El cura impactado por la escena no acertaba a mover un sólo músculo, estaba petrificado. Los monjes tomaron la tétrica caja y se enfilaron a la salida. La comitiva estaba ya en el umbral de la capilla, cuando la mujer fue deteniendo su andar.

¿Qué pasa, acaso quieres que te saquemos a rastras?
Un momento, ¿que va a ser de los angelitos que tienen prisioneros en su malévola caja?
--- ¡eso a ti que te importa! ¿Cómo puedes estar preocupada por quien si ni siquiera conoces, cuando estas a punto de perderte en cuerpo y alma?
Se, que yo soy responsable de lo que me pasa, pero… esos angelitos ¿que mal pudieron haber hecho para que ahora sean prisioneros eternamente?

!No te detengas! !cumple con tu destino!
!No! !No lo haré! Hasta estar segura de que esos angelitos sean libres.
--- tu no tienes la protestad para intervenir, cumple tu destino.
-- ¡sólo si liberan esas almas cautivas! ¡Sólo entonces los seguiré!

Mientras las figuras casi fantasmales discutían, el sacerdote había arrebatado a los monjes la caja y sin perder tiempo la colocó a los pies del Santo Cristo que pendía del pilar principal de la iglesia y que como mudo espectador, sólo observaba. El sacerdote atacó a los malignos seres con las plegarias que el mismo Jesús nos enseño.

Los monjes se volvieron iracundos y se abalanzaron sobre el viejo sacerdote para impedir que continuara con su plegaria, sin embargo, no pudieron avanzar un sólo paso, intrigados volvieron la mirada hacia la fuerza descomunal que los detenía, y pasmados e incrédulos pudieron ver que era la fuerza del infinito amor maternal de la mujer, la que los tenia anclados al piso y no permitía que hicieran daño alguno al cura que desesperadamente trataba de proteger a los niños de los monjes y así liberarlos para siempre de ese agónico martirio.

La fuerza de los rezos del cura y el amor maternal de la mujer, poco a poco formaron una ventisca, la cual a cada segundo iba creciendo, el viento se volvió una fuerte ráfaga y cuando quisieron reaccionar ya se encontraban los monjes envueltos en una torbellino que los levantó como hojas secas y con un gran estruendo los arrojó del interior de la iglesia.

Un silencio sepulcral envolvió el recinto, cuando de pronto se escucharon unos leves quejidos, transformándose poco apoco en llantos de bebe, los cuales como un espejismo tomaron cuerpo y levitaron hasta salir rodeados de una brillante luz hacia el cielo, fue sólo entonces que la mujer se desplomó pesadamente en el suelo. El sacerdote la tomó con gran delicadeza y se acercó para escuchar las débiles palabras que salían de unos temblorosos y agónicos labios. Padre, ¿los niños están libres al fin?

Así es hija, esas almas están ahora con Dios, gracias a ti.
¡Ese era mi destino!, pero… ¿que va a ser de mi ahora padre?
Seguirlos hija mía, para que les des tu infinito amor de madre eternamente.
Pero ¿como puede ser eso? yo nunca he tenido un hijo, como puedo ser una madre para ellos. El amor de madre, es darlo todo a cambio de ver la felicidad en sus hijos. No por haber parido hijos, así que no te preocupes, anda, ¡ve tras ellos! y dales todo tu amor.

Un sepulcral silencio rodeo la escena, no fue sino hasta que cantó el gallo acompañado con los primeros rayos del sol que el padre preparó una misa de cuerpo presente para una madre y sus hijos, que ahora descansan en paz y en eterna compañía.